Si prefieres, puedes escucharlo en el podcast T1. E10. Especial docente de intercambio en Estados Unidos parte 2: el choque cultural
Después de todo el proceso de aplicación y de los preparativos que les he compartido, finalmente llegó el momento de viajar a Estados Unidos como docente de intercambio. El vuelo me lo había comprado Participate Learning para el 29 de julio. En las entradas anteriores les he contado de Manuela, una compañera con la que trabajaba en Medellín y con la que hice todo el proceso de aplicación. Cuando nos llegaron los vuelos, nos llevamos la sorpresa de que viajábamos el mismo día.
Nuestro vuelo era a las 12 de la noche así que subimos al aeropuerto con nuestras familias y nos despedimos. Ese día estuve muy tranquila pues mi ex esposo y mi hermana volarían en un mes con mis dos gatos así que no me pareció tan dura la despedida.
Llegamos al aeropuerto de Raleigh, donde nos estaban esperando algunas personas del programa para llevarnos al hotel donde tendríamos las capacitaciones de inducción. Allí nos encontramos con algunos otros docentes que habíamos visto en el proceso de aplicación y como ese día no teníamos nada programado, aprovechamos para salir alrededor del pueblo a tomar algo.
Una de las profes se sentó y pidió una soda con frutas, es decir, un agua con gas con frutas para darle un poco de sabor. Le dijeron que no había, ni había nada similar y recuerdo que ella se puso a llorar y me dijo que ya le estaba dando el choque cultural.
Todo el primer año es un proceso de adaptación muy grande y para explicarme mejor en medio de las diferentes anécdotas y vivencias, quiero contarles un poco de la teoría del choque cultural.
¿Qué es el choque cultural?
El concepto de choque cultural es un concepto que fue utilizado por primera vez por el antropólogo canadiense Kalervo Oberg en 1954 y después de él, se han realizado muchísimos estudios sobre este tema, sobre todo en la actualidad que cada vez más común ver gente emigrando a estudiar, trabajar o realizar intercambios a otros países.
Este término se ha convertido en una forma de describir las emociones contradictorias que sentimos cuando dejamos nuestro propio contexto cultural para sumergirnos en otro por un período de tiempo largo. Aclaro que es por un período de tiempo largo porque cuando estamos de viaje o de paseo, no experimentamos este choque.
Al mudarnos a otro país, nos encontramos con nuevas costumbres, idiomas, tradiciones y formas de vida que son muy diferentes a lo que estamos acostumbrados. Esta transición puede generar una sensación de desorientación, de ansiedad, de frustración y de añoranza y esto lo que se conoce como choque cultural.
El choque cultural es una sensación pasajera y probablemente se manifiesta después de unos meses. Aunque la teoría habla de cuatro etapas (ya algunas nuevas teorías hablan de cinco etapas), todas las personas experimentamos estas etapas de manera diferente. El impacto, el orden, la duración de cada etapa varía dependiendo del contraste cultural y, por supuesto, de cada persona y de sus experiencias.
Aunque antes de mudarme para Estados Unidos yo ya había vivido en México y en Chile, no fue sino hasta que comencé a prepararme para mi intercambio, que escuché de este término gracias a un curso que Participate Learning nos asignó como preparación.
Al leer cada una de las etapas y lo que se siente, comprendí inclusive muchas cosas que había experimentado la primera vez que me mudé a México. Y también entendí porque el programa nos enviaba este curso, porque gracias a la experiencia que tuve en México, antes de viajar a Chile, me preparé para el nuevo choque cultural que tendría.
Y de igual manera, antes de mudarme a Estados Unidos, debido a estas experiencias y a los conceptos y explicaciones que aprendí en el curso, me preparé mucho más.
Etapas del choque cultural
Kalervo Oberg observó que hay 4 etapas del choque cultural:
- El período de luna de miel
- La fase de choque o frustración
- Reajuste
- Adaptación o aceptación
1. El período de la luna de miel
Lo primero que experimentamos cuando nos mudamos a un nuevo país es una luna de miel. Creo que es ese mismo sentimiento que se despierta en nosotros cuando estamos de viaje o de paseo. Llegamos a un nuevo lugar y todo nos parece maravilloso. Queremos conocer todo lo que hace a este lugar diferente, probar las comidas más exóticas, comprar ropa que no encontramos en nuestros países, vivir experiencias diferentes.
A medida que vamos conociendo esta nueva cultura, muchas personas llegan inclusive a idealizar el nuevo destino, llegando a creer que las cosas son mejores allí y el traslado parece la mejor decisión que hayan tomado y una aventura emocionante.
Yo recuerdo haber llegado a Concord, el pueblo en el que he vivido estos cinco años y estar mirando las calles y pensar: “es como en las películas”. Y profes, si ustedes visitan Concord verán que es el pueblo más normal que puede existir. Me ilusionaba pensar que iba a vivir un otoño y un invierno ya que en mi ciudad no tenemos estaciones. Soñaba con las botas, las bufandas, los paisajes, las actividades.
Me deslumbraba la paciencia de la gente en las calles, como nadie te afana cuando estás manejando, como los autos se detienen para dejar cruzar a los peatones e inclusive a los animales.
Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, comienzan a surgir unos nuevos sentimientos.
2. La fase de choque o frustración
Con el paso del tiempo, las diferencias culturales comienzan a hacerse más evidentes y lo que originalmente nos deslumbraba por la novedad, comienza a fastidiarnos o a frustrarnos.
Las barreras del idioma, las dificultades para adaptarse a las normas sociales y las diferencias en la forma de hacer las cosas pueden ser muy desafiantes.
Creo que el idioma es uno de los elementos que genera más frustración y cansancio y ese lo empezamos a sentir desde el primer momento. Recuerdo que cuando llegamos al aeropuerto de Miami, donde nuestro vuelo hacía escala, nos acercamos a pedir algo para desayunar y no lográbamos que nos entendieran y la verdad, nosotros tampoco entendíamos lo que nos decían. Finalmente Manuela dijo pidamos un croissant y un cappuccino que eso seguro lo van a entender.
Eso fue sólo el inicio. Llegar a un estado sureño fue algo sorprendente. A veces de una oración completa que me decían sólo conseguía entender una palabra. Con mi compañeros de trabajo me armaba de humildad y preguntaba tres o cuatro veces hasta que lograba entender. Pero muchas veces en filas en bancos, o diferentes diligencias la persona que me atendía no tenía la paciencia y me sentía completamente humillada. Ni que decir de las llamadas telefónicas. Terminé tratando de hacer todo por email, chat o en persona.
Las costumbres, las tradiciones. En Medellín siempre creé un grupo de amigos con mis compañeros de trabajo y salíamos con frecuencia en las tardes o fines de semana. Aunque aquí también tuve todos los años un grupo hermoso de amigos, pronto me di cuenta de las diferencias. El último jueves de mes mis compañeras, todas estadounidenses, me dijeron que quería salir a un rato. Fuimos a un restaurante mexicano. Eran las cuatro de la tarde y me sorprendí cuando todas comenzaron a pedir la cena y a las 5:30 de la tarde ya se habían ido para sus casas. No voy a decir que esto me causó una crisis, pero sí me mostró lo diferente que iban a ser las cosas.
A las personas que venimos de países tropicales se nos junta generalmente esta etapa con el cambio de estaciones, algo a lo que no estamos acostumbrados. Sé que el frío nos da duro, pero al menos en mi experiencia, creo que lo más duro es la oscuridad y como la gente se encierra. En la época del año en que los días son más cortos, llega a anochecer entre 4:30 y 5:00 de la tarde. Y por ende casi nadie quiere salir.
Y ni que hablar de las tradiciones en fechas importantes como la Navidad. En Medellín toda la ciudad se llena de alumbrados y tenemos una celebración cada día: el 30 de noviembre recibimos diciembre, el 7 y 8 diciembre celebramos el día de las velitas, del 16 al 24 de diciembre las novenas, el 31 la víspera de año nuevo. Muchas de estas reuniones son familiares, así que como se celebrar la Navidad en familia el 24 no fuera suficiente, convocamos a los amigos o a otras partes de la familia a celebrar la Navidad en otra fecha. Todo es fiesta. Aquí no hay nada de eso.
Son muchas las anécdotas y experiencias que podría contarles, pero si sigo, esta lectura se haría eterna. Creo que he podido darles una pincelada de cómo se empiezan a sentir las cosas. Las normas culturales y tradicionales parecen extrañas e impredecibles e incluso la tarea más común, como ir al supermercado y no encontrar los productos con los que normalmente cocinamos, nos comienzan a generar un sentimiento de añoranza por lo que hemos dejado atrás.
Y así como en la primera etapa es muy común que idealicemos el país al que llegamos aunque no sea perfecto, en esta etapa el péndulo se va para el otro lado y lo que idealizamos es el país que dejamos.
Estos sentimientos de nostalgia y añoranza, muchas veces pueden desencadenar en una depresión. Y es común que muchas personas comiencen a plantearse el regresar a su país.
Me ha tocado ver compañeros que estando en medio de esta situación se han querido regresar por cosas tan comunes como un problema con un padre de familia o con un compañero de trabajo. Cosas que también vivimos en nuestro país y que por lo general, no nos hacen querer renunciar.
3. Reajuste
Pero si sabemos tener paciencia y seguir adelante, pronto las cosas van tomando una nueva perspectiva y van encontrando un punto medio. Un reajuste.
Esta etapa ocurre entre los seis y los doce meses de vivir en un lugar nuevo, cuando nos vamos acostumbrando a cómo son las cosas en la nueva cultura, nos volvemos más cómodos interactuando con las personas del lugar, aprendemos el idioma y las formas de expresarse de la gente y nos adaptamos a las rutinas diarias.
4. Adaptación o aceptación
El período de ajuste anterior termina en una aceptación completa a medida que nos encariñamos con las costumbres y tradiciones de nuestro nuevo entorno. La aceptación no significa que se comprendan completamente las nuevas culturas o entornos o que todo nos va a gustar o nos va a parecer mejor.
Más bien, significa que aunque es posible que no comprendamos completamente todas las sutilezas culturales, hemos aprendido a funcionar y prosperar en este nuevo entorno sin perder nuestra identidad.
El día de hoy, cinco años después de estar viviendo como docente de intercambio en Estados Unidos, puedo seguir diciendo que hay muchas cosas que aún no comprendo. Todavía hay veces en que alguien me habla y tengo que pedirle que me repita porque no entendí. Ya no me maravillo de las calles de Concord, aunque me sigue asombrando ver que los autos se detienen para dejar pasar a los peatones y a los animales.
La mejor manera para mí de describir este momento es que somos capaces de ver que tanto en nuestro país de origen como en el nuevo país hay cosas que nos gustan y cosas que no y tratamos de sacarle el mayor provecho a ambas.
Además, comenzamos a implementar más acciones que nos ayudan.
¿Qué podemos hacer para reducir los efectos del choque cultural?
Permítete tiempo para adaptarte
No te presiones para que todo sea perfecto de inmediato. La adaptación lleva tiempo, y es importante ser amable contigo mismo durante este proceso. Conocer de este proceso no va a hacer que no sientas el choque cultural. Es inevitable sentirlo. Lo que sí va a hacer es ayudarte a prepararte para que cuando comiences a tener todos estos sentimientos, identifiques lo que estás viviendo, tengas paciencia y sigas adelante.
El hecho de haber vivido en otros dos países antes y haber conocido sobre el choque cultural no hizo que yo no sintiera nada cuando me mudé a Estados Unidos. Pero tener el conocimiento me permitió entender lo que estaba sintiendo, aceptarlo, ver si podía hacer algo para cambiarlo.
Y sólo esto ya hizo toda la diferencia.
Aprende el idioma
Sé que cuando venimos como docentes de intercambio uno de los requisitos es saber inglés, pero al llegar, casi parece que no supiéramos porque es muy diferente de lo que hemos estudiando. Entre más convivamos con personas nativas y tratemos de entender sus formas de expresarse y las incluyamos, más fácil será todo.
Y aquí añadiría yo tener mucha humildad. Humildad para pedir que nos corrijan y nos enseñen y humildad para seguir diciendo que no entendemos y que si nos pueden repetir, aún después de muchos años.
Mantén una mentalidad abierta, positiva y curiosa
Acepta todas las invitaciones que te hagan, así sea para actividades que normalmente no harías. Eso te va a ayudar a conocer gente, conocer la cultura, explorar el país y sus tradiciones.
Averigua sobre eventos que suceden en tu ciudad o inclusive en el país. ¡Es muy emocionante vivir nuevas experiencias! Ahora tenemos una gran ventaja que son las redes sociales en las que constantemente podemos encontrar diferentes eventos. Es una de las herramientas que más he utilizado.
Si te gusta viajar y lo tienes en tus metas de esta experiencia de intercambio, comienza a averiguar lugares y a planificar estos viajes. Desde que yo llegué a Estados Unidos comencé una lista tanto de actividades como de lugares por conocer y me ha hecho muy feliz irlos recorriendo.
Crea tu grupo de apoyo
Creo que una de las cosas que más extrañamos cuando estamos en otro país es nuestra familia. Así hayamos viajado con nuestra pareja o nuestros hijos, extrañamos a nuestros padres, a nuestros hermanos, a toda la familia extendida. Y también a los amigos que hemos dejado atrás con los que solíamos compartir mucho tiempo.
En esta experiencia vas a conocer a muchas personas con las que podrás entablar diferentes niveles de relaciones. Sin duda alguna no todos pasarán a ser tus mejores amigos desde el inicio e inclusive te acercarás mucho a algunos y a medida que pasa el tiempo, puede que la cercanía se desvanezca.
Pero encuentra a esas personas que están ahí para ti y que pueden ser esa familia adoptiva. Yo me he llevado muy bien con mis compañeras estadounidenses y he compartido algunas actividades con ellas por fuera del colegio. Pero sin duda alguna, mi grupo de apoyo más importante han sido otros docentes en su mayoría de Colombia pero también de países como Perú, Chile y España. Quizá porque compartimos el idioma y las culturas son más similares o quizá porque estamos viviendo lo mismo.
Sea por la razón que sea, con esas personas creé unos lazos para hacer planes, para compartir fechas importantes y no sentirnos solos, para acudir a ellos en los momentos difíciles. No tenemos que vivirlo todo solos. En muchos días malos y difíciles, no sólo por esta experiencia de choque cultural, sino de situaciones normales de mi vida y especialmente en este último año con mi separación, tener a mis amigos ha sido fundamental. Para escribir un mensaje, para salir a tomarnos un café o una cerveza y conversar.
Identifica que te hace bien
Como les mencioné anteriormente para mí la Navidad es muy importante y fue muy duro pasar mi primera Navidad aquí. Así que después de ese primer año, decidí que viajaría todos los años en diciembre a pasar Navidad con mi familia y mis amigos. La mayoría de los profes prefieren viajar en el verano porque hay más tiempo. Pero para mí siempre fue más importante la Navidad.
No dejes los pasatiempos que te gustan. Por ejemplo, a mí siempre me ha gustado mucho el senderismo y la naturaleza. Así que aquí intenté seguirlo haciendo con mi ex pareja, con mis amigos y después uniéndome a un grupo que encontré por Facebook.
Sigue en contacto con tu cultura
Aunque estés lejos de tu país no tienes porque dejar tu cultura. Busca restaurantes que tengan la gastronomía de tu país, aprende a cocinar, participa de eventos de tu comunidad.
Por ejemplo, aquí en Estados Unidos se celebra el mes de la herencia hispana del 15 de septiembre al 15 de octubre. Todos los años he tratado de asistir a la mayor parte de actividades que he podido.
El 7 de diciembre, sorganicé una reunión con mis amigos para celebrar esta fecha. Además de reunirnos y prender velitas como es nuestra tradición le pedía a cada uno que llevara algo colombiano para compartir.
En mi caso me gusta y se me da la cocina, así que cocino arepas (algo fundamental de la comida colombiana) al menos una o dos veces por semana, sé hacer bandeja paisa y aprendí a cocinar arepas de huevo.
Son pequeñas cosas, pero que nos ayudan a no perder la conexión.
Al comprender el choque cultural y estar preparado para enfrentarlo, puedes convertirlo en una oportunidad de crecimiento personal y cultural.
Algunos teóricos han agregado una quinta etapa a este proceso de choque cultural: el choque cultural inverso, una versión reducida del choque cultural que alguien puede experimentar al regresar a su país de origen.
Aún es muy pronto para mí para hablar de esto, pero por el momento, está siendo tan dura la despedida, que creo que de alguna manera volveré a experimentar este choque cultural.
Puedes leer un poco más de lo que ha sido esta aventura, en las siguientes entradas: